¿Puede la moda ser el campo de batalla perfecto para construir una identidad y un negocio?
Cruella, dirigida por Craig Gillespie y protagonizada por Emma Stone, es mucho más que un spin-off de Disney. Es una de las más originales películas de emprendimiento disfrazada de relato de orígenes. Una historia donde talento, identidad y estrategia se entrelazan hasta convertir a una joven costurera en una leyenda.

De limpiar baños a rediseñar la industria: el viaje del talento invisible
Cruella, o más bien Estella, empieza desde abajo. Muy abajo. Fregando suelos en unos grandes almacenes. Pero lleva dentro una mirada distinta sobre la moda, un instinto disruptivo que no puede ser contenido por mucho tiempo.
Como en tantas películas sobre startups, su ascenso no ocurre por suerte, sino por una combinación de observación, aprendizaje y valentía para mostrar su talento en el momento oportuno.
Aprender desde dentro antes de lanzarse por cuenta propia
Estella entra como costurera asistente en la firma de la Baronesa von Hellman (Emma Thompson), la diseñadora más influyente de Londres. Desde dentro, aprende de materiales, procesos, proveedores, trato con clientes, gestión de marca y, sobre todo, el uso del poder.
Es el clásico modelo de formación emprendedora: primero trabajar para otros, absorber experiencia real del mercado, y solo después crear una propuesta propia. Un esquema habitual en muchas películas de negocios.
El emprendimiento como rebelión: crear para reemplazar
Estella no solo quiere brillar, quiere vengarse. Cuando descubre que la Baronesa asesinó a su madre, crea una marca alternativa: Cruella, una diseñadora punk que irrumpe con desfiles callejeros, provocativos, virales y absolutamente transgresores.
Aquí aparece una idea poderosa: una marca nueva construida dentro de otra. Un emprendimiento que nace para sustituir a su empresa madre. Un concepto que ya empieza a explorarse en el mundo real como modelo de sucesión: incubar desde dentro a quien va a liderar el cambio.
Propuesta de valor única: no solo moda, sino manifiesto
Cruella no ofrece solo vestidos. Ofrece una actitud. Su estética punk, su comunicación rupturista y sus acciones espectaculares la convierten en una marca emocional, no solo visual.
Una lección clave en branding: no basta con diseñar bien. Hay que contar una historia. Una buena propuesta de valor se siente, no solo se ve. Y eso convierte a Cruella en una de las más audaces películas de emprendimiento del cine reciente.
Dominio del marketing de guerrilla
Desde irrumpir en fiestas privadas con desfiles clandestinos hasta usar medios y redes para eclipsar a su rival, Cruella domina el arte de hacer ruido con poco presupuesto. Es marketing de guerrilla puro, ejecutado con creatividad e instinto.
Otra lección clave: una marca nueva no necesita millones para ser visible. Necesita ideas que conecten emocionalmente con el público y que generen conversación.
Crear desde el dolor, sin ser víctima de él
La historia de Cruella está marcada por la pérdida, la traición y la rabia. Pero lejos de quedarse atrapada en la victimización, convierte su dolor en combustible creativo. Su respuesta no es huir, sino crear.
Una enseñanza dura pero real para emprendedores: el fracaso, el rechazo o incluso la tragedia pueden ser punto de partida. Si sabes transformar la energía.
Conclusión: talento salvaje, visión estética y poder personal
Cruella es una fábula sobre identidad, creatividad y poder femenino. Pero también es una guía sobre cómo una emprendedora puede construir una marca desde el margen, retar al mercado establecido y sustituir a los referentes caducos.
Una de las películas de emprendimiento más singulares del cine reciente. No enseña cómo levantar rondas de inversión, pero sí cómo levantar una revolución estética que se convierta en negocio.


